La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más extendida, generalizada y normalizada del mundo.
Una mujer de cada tres ha sido víctima de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida.
La violencia se manifiesta de forma física, sexual y psicológica e incluye: actos sexuales forzados, insinuaciones sexuales no deseadas, abuso sexual infantil, violación, matrimonios forzados, acecho callejero, acoso virtual, trata de seres humanos (esclavitud y explotación sexual - sí, si acudes a la prostitución también estás ejerciendo violencia contra las mujeres-)
Desde 1993 la ONU define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción, o la privación de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar la igualdad, desarrollo, paz
y el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas.
Nuestra sociedad vive inmersa en la cultura de la violación. La cultura de la violación es un concepto que describe un entorno social en el que la violencia sexual se normaliza, minimiza e incluso se justifica mediante actitudes y creencias sobre el sexo y la sexualidad. Es un problema social y cultural aceptado y normalizado por actitudes sociales.
Cultura de la violación es culpar a la víctima por cómo iba vestida o por pasear sola. “Iba vestida de forma provocativa”, “Estaba borracha, se lo buscó”, “¿Por qué no se resistió más?”.
Cultura de la violación es banalizar la violencia, negarla o no reconocer el daño. A veces se resta importancia a la violación y a otras formas de violencia sexual, tratándolas a veces como un “malentendido”, un chiste o simplemente “cosas que pasan”.
Cultura de la violación es justificar la prostitución como un mal menor para prevenir el aumento de las violaciones.
Cultura de la violación es no hacer nada y además justificarlo cuando se es testigo de un acto de violencia.
Cultura de la violación es asumir que la violencia sexual es irremediable, no tiene solución.
Cultura de la violación son ideas como “si quieres que te respeten, no te vistas así”, “los hombres no saben controlarse”, “cuando ellas dicen NO, quiere decir que lo sigas intentando”, “ella se lo buscó” o “algo habrá hecho”.
Cultura de la violación es decir que el violador es un “monstruo” o un “enfermo”. Esto es ocultar que la mayoría de las agresiones son cometidas por personas conocidas por la víctima.
Cultura de la violación es hacer chistes y comentarios degradantes sobre el cuerpo, la sexualidad y la violencia hacia las mujeres. Esto contribuye a normalizar la violencia.
Para acabar con la cultura de la violación hay que romper el silencio y retirar la palabra a los amigos que violentan verbal o físicamente a alguna mujer de su entorno. Hay que acabar con la impunidad de los agresores que saben que todos los mitos sobre la violencia hacia las mujeres hacen dudar a la sociedad sobre el testimonio de las víctimas. Hay que poner el foco y la responsabilidad siempre en la persona que comete la agresión.
Para acabar con la cultura de la violación hay que expulsar de cada grupo a quien comparta imágenes degradantes de mujeres y niñas.
Para acabar con la cultura de la violación hay que condenar las noticias sobre agresiones y feminicidios como lo harías con cualquier otro tipo de crimen violento.
Para acabar con la cultura de la violación hay que denunciar a quien comparte imágenes de abusos sexuales
Para acabar con la cultura de la violación hay que romper el silencio y no negar, infravalorar ni menospreciar las denuncias y las violencias.
Si piensas que ella “se lo buscó por cómo iba vestida” estás promoviendo la cultura de la violación. La ropa no es una invitación ni una justificación. El deseo de agredir está en el agresor, no en la vestimenta de la víctima.
Si piensas que no fue violación porque ella estaba borracha o se había drogado estás promoviendo la cultura de la violación. Una persona borracha o bajo los efectos de sustancias no puede consentir. El agresor aprovecha este estado para cometer una agresión sexual.
Si piensas que porque una persona es sexualmente activa, en realidad quería sexo estás promoviendo la cultura de la violación porque el historial sexual de una persona es irrelevante. El consentimiento debe ser dado para cada acto sexual específico. La promiscuidad (sea o no sea real) no equivale a un consentimiento para siempre.
Si piensas que porque no hubo una resistencia física activa y visible no es violación estás promoviendo la cultura de la violación porque las reacciones de las víctimas son diferentes. La respuesta de lucha, huida o congelamiento es automática. La parálisis es muy común y no indica consentimiento.
Si piensas que la violación es un crimen pasional y que el deseo sexual de los hombres es incontrolable estás promoviendo la cultura de la violación porque la violación es un crimen de poder, dominación y violencia, no de sexo. Pretende humillar, controlar y ejercer poder.
Si piensas que los violadores son desconocidos que atacan en callejones oscuros estás promoviendo la cultura de la violación. Infórmate, porque la mayoría de las agresiones sexuales son cometidas por alguien conocido por la víctima.
Si piensas que los hombres que están casados o tienen una relación no pueden violar a sus parejas estás desinformado y promoviendo la cultura de la violación porque la violación dentro del matrimonio o en una relación de pareja es una realidad social y legal.
Si piensas que muchas mujeres mienten sobre la violación, por despecho o para obtener ventajas, estás promoviendo la cultura de la violación porque las denuncias falsas de agresión sexual son extremadamente bajas e insignificantes frente a la altísima tasa de no denuncia de las víctimas reales.
Si piensas que si una víctima que espera para denunciar no puede haber sido realmente agredida estás promoviendo la cultura de la violación porque denunciar es un proceso difícil y a menudo traumático. Las víctimas tardan días, meses o años en denunciar por miedo, vergüenza, shock o por la hostilidad del sistema y de su entorno.
Si piensas que si la víctima no tiene heridas físicas visibles no puede haber sido agredida estás promoviendo la cultura de la violación porque el trauma psicológico suele ser la evidencia principal. Además, muchas agresiones se basan en la coacción, la intimidación o la manipulación emocional y no deja marcas visibles.
Todos estos mitos y patrones tienen un altavoz cultural que engloba los medios de comunicación, el cine y la música entre otros.
Es tristemente habitual ver como los medios de comunicación, al cubrir casos de violencia sexual caen en prácticas que refuerzan estos mitos de la cultura de la violación. Culpabilizan a la víctima, minimizan la gravedad de la agresión usando un lenguaje que no ayuda a sensibilizar a la opinión pública y presentando al agresor como una víctima de las circunstancias. Utilizan a menudo detalles morbosos o despojan a la víctima de su dignidad reduciéndola a un objeto mediante descripciones innecesarias. También presentan a los violadores como monstruos o extraños que acechan en la oscuridad.
Se construyen imaginarios sociales a través del cine y las series de televisión que también, por desgracia y con demasiada frecuencia reproducen estos mitos. A menudo se presenta la resistencia o negación de un personaje femenino como un juego que debe ser superado por la insistencia o la fuerza del hombre, dando el mensaje de que las mujeres desean ser forzadas y esto provoca que se normalicen estas situaciones como algo erótico cuando en realidad es una agresión.
Utilizan la violación como parte del desarrollo del personaje masculino pasando por alto el trauma de la víctima. Se convierte en un recurso argumental que a menudo sirve para mostrar la maldad del personaje masculino o para motivar la venganza del personaje femenino. Se olvida la sensibilidad necesaria para tratar las agresiones sexuales y, por supuesto, se pasa por alto el rigor necesario que el tema precisa.
El cine y las series presentan a las mujeres como recompensas para el protagonista y eternamente accesibles porque solo se presenta la perspectiva masculina. La mujer es un objeto.
El embellecimiento de la violencia sexual es extremadamente preocupante. Se minimiza la brutalidad y el dolor, se presenta la violencia sexual de forma estética y esto contrubuye a su normalización.
En cuanto a la música y los videoclips, podrían ser una poderosa arma para desmantelar todos estos mitos pero por el contrario, a través de ellos se difunden los roles de género estereotipados y se hace uso de una violencia que promueve, normaliza y romantiza la cultura de la violación. El lenguaje que se utiliza cosifica a las mujeres, las reduce a objetos sexuales y hacen ostentación de la dominación. Muestran a las mujeres en posición de sumisión y vestidas para atraer la mirada masculina mientras los hombres se presentan como activos, poderosos y dominantes. Tanto las letras como las narrativas de los videoclips muestran al hombre controlando, humillando o castigando a la mujer para reafirmar su poder y su masculinidad.
No nos podemos olvidar del papel que juega la publicidad en sostener la cultura de la violación. Su objetivo es vender productos y para ello vende ideas y estilos de vida que, normalmente se apoyan en relaciones de poder y aquí es donde interviene la cultura de la violación, que también se ha introducido en la publicidad como altavoz para controlar el imaginario colectivo y así perpetuar el sistema de dominación.
Se reduce a la mujer a partes de su cuerpo convirtiéndola en un mero accesorio decorativo para el producto. Esto la despoja de su humanidad. A veces el producto que se vende ni siquiera tiene relación con la parte del cuerpo de la mujer que se muestra. Esta fragmentación ayuda a que la mujer sea vista como un objeto inanimado que se puede poseer, usar y desechar.
La hipersexualización de las mujeres jóvenes presentadas como recompensa por el consumo de algún producto dirigido al público masculino. La posesión de la mujer se presenta como el resultado de una masculinidad exitosa.
Se presenta con glamour la vulnerabilidad femenina; posturas imposibles que reflejan debilidad, expresiones de confusión, miedo o terror; mujeres atadas, amordazadas o con los ojos vendados para anunciar productos de belleza o joyería… todo vale para atraer la atención.
Algunas campañas publicitarias de moda han sido duramente criticadas por utilizar el trauma, normalizando la asociación del sexo con el dolor y la humillación.
Incluso algunas campañas de prevención financiadas por instituciones han reforzado la cultura de la violación como mensajes sobre conductas que las víctimas deberían evitar como “Vigila tu copa”, “no vayas sola”, “¿Qué pasa si te vistes así para correr?”... Estamos en lo de siempre: nos enfocamos donde no debemos, pongamos el foco en el agresor. Sobre todo desde las instituciones.
Y no podemos pasar por alto, que a estas alturas aún se siguen mostrando a los hombres en posiciones de poder, reforzando que la masculinidad se define por la dominación y el control sobre las mujeres, y que esto es la base de la violencia sexual. Unido a que se sigue recurriendo al papel de la mujer como el ser que debe ser salvado, protegido o poseído el hombre fuerte y masculino refuerza la subordinación.
La publicidad, la música, el cine, las series… ninguna causa violencia sexual por sí misma pero todas ellas forman parte de un discurso permanente que manda mensajes a la población para normalizar las dinámicas de poder. Se bombardea a la sociedad con imágenes de mujeres como objetos sexuales sin autonomía. La cultura tiene la capacidad de ir bajando progresivamente el listón de lo que es socialmente aceptable, se transmite un mensaje que valida la violencia sexual como aceptable e incluso deseable.
La manosfera y en particular los incels (célibes involuntarios) influyen también en la cultura de la violación al normalizar la misoginia y justificar la violencia sexual contra las mujeres. Culpabilizan a las mujeres por sus frustraciones, las ven como manipuladoras e interesadas, creen que existe una conspiración feminista en su contra que alimenta su ira y su victimización. Creen que los avances en los derechos de las mujeres es una amenaza a su masculinidad. Este resentimiento hacia las mujeres se convierte en odio y se traduce en fantasías de violencia y a veces las llevan a la práctica. Deshumanizan a las mujeres, justificando la violencia contra ellas, validan las agresiones y en sus comunidades se dan todo tipo de discursos violentos y la incitación al daño se permite y celebra como una respuesta legítima al “maltrato” que perciben. Su discurso de odio puede saltar de la esfera digital a la violencia real como ya se ha dado en algunos casos de actos de terrorismo y asesinatos masivos (Elliot Rodger en 2014). La manosfera y los incels no solo albergan misoginia sino que la organizan, en una narrativa de victimismo que justifica la agresión contra un sistema social percibido como feminista. La educación y la prevención es la única salida.
Exigimos la implantación de la coeducación en igualdad desde la más tierna infancia y desmontar bulos dañinos que están colonizando la red y “educando” a nuestra juventud.
Hablemos también del sistema judicial. El sistema judicial no promueve la cultura de la violación de forma explícita o intencional. Pero ciertas prácticas y percepciones dentro del sistema pueden reforzar, tolerar o ser permisivas con elementos de la cultura de la violación.
No hace falta ser muy listo para ver la conexión si tenemos siempre en cuenta que la cultura de la violación se refiere a la normalización de la violencia sexual, su justificación o incluso su incentivación.
A menudo, durante la investigación y el juicio se enfatiza excesivamente en el comportamiento, vestimenta o historial sexual de la víctima, en lugar de centrarse en el acusado. Los fiscales, jueces o jurados pueden tener estereotipos o mitos sobre cómo debería ser una “verdadera víctima” (resistirse, denunciar inmediatamente…) si la víctima no encaja en este molde, su credibilidad se desvanece.
Habitualmente se exige a las víctimas la prueba de que se resistieron o que no dieron un consentimiento entusiasta. Esto hace que la víctima tenga que probar su inocencia en vez de que la justicia se centre en probar la culpabilidad del agresor.
Las altas tasas de casos de agresión que son desestimados, no investigados o que que se pierden en el “embudo de la justicia” manda el mensaje de que la violencia sexual no se toma en serio. Y si a esto le sumamos las penas leves o la falta de condena en muchos de los casos, la percepción de que hay pocas consecuencias reales por cometer violencia sexual, todo suma una normalización en la cultura de la violación.
Continuamente se malinterpretan las reacciones de las víctimas y se llega a conclusiones erróneas como falta de veracidad por falta de una capacitación adecuada sobre el trauma sexual en los profesionales.
Se utiliza un lenguaje insensible, se culpa a la víctima sutilmente, se tiene una actitud escéptica por los agentes judiciales que revictimiza a la víctima y disuade a otras a denunciar.
Exigimos una capacitación obligatoria sobre el trauma y los sesgos para todo el personal judicial y un cambio cultural que implique centrar el proceso en la conducta del acusado.
La cultura de la violación es un sistema de pensamiento que valida la violencia sexual .
Desmantelar la cultura de la violación es una tarea de todos.
Debemos pasar del “¿Qué hizo la víctima para provocarlo? a la pregunta “¿Por qué el agresor eligió ejercer la violencia?”
Solo educando en el respeto, promoviendo la igualdad y exigiendo que la cultura honre la humanidad y la autonomía de cada persona podremos construir una cultura basada en la dignidad y el respeto.
Recomendaciones:
La cultura de la violación en España: el caso de la manada y su impacto social. María Hidalgo Montenegro. 2021
"Todo es mentira: cultura de la violación, mitos y falsas creencias sobre la violencia sexual contra las mujeres". Bárbara Tardón Recio. 2022. Artículo académico, cuyo PDF puedes encontrar pinchando aquí
25 De Noviembre. Día Internacional Contra la Violencia hacia las mujeres.
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