lunes, 13 de octubre de 2025

MARX AND GANDHI ERAN LIBERALES - FEMINISMO Y LA IZQUIERDA “RADICAL” 1973




MARX AND GANDHI ERAN LIBERALES - FEMINISMO Y LA IZQUIERDA “RADICAL” 


Andrea Dworkin 

Dedicado a la memoria de Virginia Woolf



1.- EL PROBLEMA



[Las feministas] luchaban contra el mismo enemigo contra el que usted lucha y por las mismas razones. Luchaban contra la tiranía del estado patriarcal, de la misma manera que usted lucha contra la tiranía del estado fascista. (…) Y, en el extranjero, el monstruo ha salido más descaradamente a la superficie. Allí no hay manera de equivocarse. Ha ampliado su área de acción. Coarta la libertad individual de ustedes los hombres, ordena cómo hay que vivir, y no sólo efectúa distinciones entre los sexos, sino también entre las razas. Ahora ustedes sienten, en su propia persona, lo que sintieron sus madres cuando se las encerraba y se les hacía callar, por ser mujeres. Ahora a ustedes se les encierra y se les hace callar porque son judíos, porque son demócratas, por su raza, por su religión. Ya no miran ustedes una fotografía, sino que también van trotando al final de la procesión. Y esto hace una diferencia. Toda la iniquidad de la dictadura, sea en Oxford o en Cambridge, en Whitehall o en Downing Street, contra los judíos o contra las mujeres, en Inglaterra o en Alemania, en Italia o en España, es ahora aparente para ustedes.


Virginia Woolf - Tres guineas


«El hogar es el auténtico lugar de las mujeres que hoy día obligan a los hombres a estar desocupados. Ya es hora de que el gobierno exhorte a las empresas a dar trabajo a más hombres, lo que les permitirá casarse con esas mujeres a las que ahora ni se pueden acercar». Situemos al lado otra cita: «Hay dos mundos en la vida de la nación: el mundo de los hombres y el mundo de las mujeres. La naturaleza obró bien al encomendar al hombre la custodia de la familia y de la nación. El mundo de la mujer es su familia, su marido, sus hijos y su hogar». Una está escrita en inglés; la otra, en alemán. Pero ¿en qué se diferencian? ¿Acaso no dicen lo mismo? ¿No son ambas las voces de dictadores, ya hablen en inglés o en alemán, y no estamos todos de acuerdo en que el dictador, cuando lo encontramos en países extranjeros, es un animal muy peligroso y feo? Y está aquí, entre nosotros, alzando su fea cabeza, escupiendo su veneno, todavía pequeño, aovillado como una oruga en la hoja, pero en el corazón de Inglaterra. ¿No saldrá de este huevo, por citar de nuevo al señor Wells, «la práctica anulación de [nuestra] libertad por parte de los nazis y los fascistas»? ¿Y no es la mujer quién tiene que respirar esa ponzoña y luchar contra ese insecto, en secreto y sin armas, en su oficina, luchando contra fascistas y nazis igual que quienes luchan contra ellos con armas bajo los focos de la publicidad? ¿Y esa lucha no habrá de consumir sus fuerzas y agotar sus ánimos? ¿No tendríamos que ayudarla a aplastarlo en nuestro país antes de pedirle que nos ayude a aplastarlo en el extranjero? ¿Y qué derecho tenemos, señor, a vocear nuestros ideales de libertad y justicia en otros países cuando podemos encontrar huevos como esos en nuestros periódicos más respetables todos los días de la semana?


Virginia Woolf - Tres guineas


Es la figura de un hombre; unos afirman, otros niegan, que es el Hombre en sí mismo, la quinta esencia de la virilidad, el tipo perfecto del que los otros son esbozos imperfectos. Ciertamente es un hombre. Tiene los ojos vidriosos; sus ojos llamean. Su cuerpo, colocado en una postura poco natural, está embutido en un uniforme. Sobre el pecho de ese uniforme lleva cosidas varias medallas y otros símbolos arcanos. Apoya la mano sobre una espada. En alemán y en italiano se le llama Führer y Duce; en nuestro idioma, Tirano y Dictador. Y a su espalda hay casas derruidas y cadáveres: hombres, mujeres y niños. (…) Porque insinúa una relación, y para nosotros se trata de una relación importante. Insinúa que el mundo público y el mundo privado están inseparablemente relacionados, que las tiranías y las servidumbres de uno son las tiranías y las servidumbres del otro. (…) Invita a pensar que no podemos disociarnos de esa figura, ya que nosotros somos esa figura. Invita a pensar que no somos espectadores pasivos condenados a obedecer sin resistencia, sino que mediante el pensamiento y los actos podemos cambiar esa figura.”


Virginia Woolf - Tres guineas


Tras guineas fue publicado en Junio de 1938. Es el producto de una mente muy extraña y, creo que en un estado mental muy extraño. Fue pensado como continuación de “Una Habitación Propia”, pero fue escrito de una forma mucho menos convincente, con un ánimo mucho menos juguetón. Fue una protesta contra la opresión, una protesta genuina que denunciaba males reales y, para los conversos, Virginia no predicaba en vano. Muchas mujeres escribieron para expresar su entusiasta aprobación; pero sus amigos más cercanos guardaron silencio, y si no silencio, al menos lo criticaron. A Vita no le gustó, y Maynard Keynes se mostró enojado y desdeñoso; era, según declaró, un argumento absurdo y mal escrito. Lo que realmente me pareció erróneo en el libro -y hablo de mis propias reacciones en aquel momento- fue el intento de integrar una discusión sobre los derechos de las mujeres con la cuestión mucho más angustiosa e inmediata de qué debíamos hacer para afrontar la creciente amenaza del fascismo y la guerra. La conexión entre ambas cuestiones parecía tenue y las sugerencias positivas, totalmente inadecuadas.


Quentin Bell - Virginia Woolf Una Biografía


He citado extensamente “Tres guineas” de Virginia Woolf porque es improbable que quienes en la izquierda consideran las causas de la guerra y actúan para ponerle fin conozcan el libro. Fue difamado como una tontería por los izquierdistas en 1938 y hoy, seamos educados, es ignorado por la mayoría de los políticos.


En 1938, Virginia Woolf era una artista prominente (aunque tratada con infinita condescendencia) de primera magnitud. Aunque sus preocupaciones formales la aliaban con James Joyce, como mujer fue colocada sin esfuerzo al final de una lista muy corta: las hermanas Brontë, Austen, los dos Georges, Woolf. Aunque sus preocupaciones políticas le dieron derecho al reconocimiento como una mente original, como una verdadera pensadora revolucionaria, tanto la calidad como el contenido de su análisis fueron ignorados. En 1938, Woolf estaba a tres años de su último acto de conciencia: el suicidio, el último recurso de muchos profetas sin ninguna comunidad real.


“Tres guineas” es el primer análisis feminista sobre qué es la guerra y cómo detenerla. Woolf insiste implacablemente en que la guerra es una actividad masculina no solo porque los hombres la hacen, sino porque es una extensión directa de los valores y el comportamiento masculinos. Describe, implacablemente, la exclusión total de las mujeres de todas las instituciones de toma de decisiones y poder en un patriarcado. Describe qué es el machismo (aunque no usó la palabra) y cómo su manifestación pública en la guerra es un reflejo sombrío y preciso de su presencia en lo que ella llama "la casa privada", el hogar donde los hombres gobiernan y las mujeres sirven. Muestra cómo el modelo heterosexual hombre-mujer es el modelo básico de los patrones de dominación y sumisión que caracterizamos en la esfera pública como tiranía. Demuestra que el Führer y el II Duce son maridos que violan sin conciencia naciones de mujeres. Insiste en que los nazis y los ingleses que los desprecian son una hermandad con un apetito compartido por el poder ilegítimo, los juegos de guerra, los uniformes, la riqueza, la conquista: en una palabra, el dominio. Afirma que para detener la guerra, los hombres deben cambiar su comportamiento. En su análisis, la humanidad debe destruir el propio patriarcado.


No es de extrañar, entonces, que Keynes y otros izquierdistas prominentes de la época estuvieran furiosos. Después de todo, una parte crucial de la dinámica de la guerra es la convicción de que hay buenos y malos. Woolf dejó claro que, de hecho, había malos y peores. La vida bajo el yugo de los malos era mala, y bajo el yugo de los peores sería peor.


La actitud de la izquierda no ha cambiado mucho desde 1938. El sexismo, es cierto, se impone con buena voluntad liberal al final de esa imponente letanía izquierdista: imperialismo, colonialismo, capitalismo, racismo y, para las damas, sexismo. El análisis original de Woolf y los análisis feministas posteriores han sido, seamos educados, ignorados, no asimilados, ni puestos en  práctica.


Los ciudadanos de la izquierda dominada por hombres, siguen siendo cómplices de las instituciones que oprimen a las mujeres; siguen aceptando la identidad fálica de dominación (masculinidad) que exige, para seguir existiendo, sumisión (feminidad); siguen perpetuando activamente las formas patriarcales de marido y mujer, familia encabezada por un padre, iglesia y Estado; siguen exigiendo privilegios y los confunden con libertad. En la medida en que la izquierda está comprometida con las formas patriarcales, es decir, en gran medida, no puede evitar perpetuar los valores a los que pretende oponerse. En la medida en que la izquierda no es consciente y conscientemente feminista, es decir, en gran medida, no puede evitar perpetuar las mismas formas de dominación y sumisión a las que pretende oponerse en otros ámbitos. En la medida en que la izquierda no reconoce la verdadera dimensión de sus alianzas patriarcales, es decir, en gran medida, no puede evitar perpetuar el patriarcado, ese sistema de propiedad masculina que es la forma madre del fascismo.


Como feministas, debemos ver a la izquierda no feminista como un movimiento reformista. Debemos maravillarnos de su bancarrota moral, de la pobreza de su conciencia revolucionaria. Para ese movimiento, la humanidad sigue siendo, literalmente, el hombre. El trabajador sigue siendo, o cada vez más, una metáfora del músculo fálico del héroe, el centro de la preocupación izquierdista por las imágenes de virilidad. Las mujeres son ignoradas o tratadas con condescendencia. Se realizan gestos liberales de buena voluntad cuando somos lo suficientemente estridentes o cuando vamos a la moda, siempre y cuando no interfiramos con la "revolución real". Cada vez comprendemos más que somos la verdadera revolución.



2.- PATRIARCADO Y SEXISMO


Economía es el hueso, política la carne

mira a quien golpean y a quien comen,

mira sobre quien hacen sus necesidades,

mira a quién poseen.

El resto es decoración.


Marge Piercy


[mi pesadilla] parece una aldea iluminada con sangre

donde todos los padres gritan:

- Mi hijo es mío


Adrienne Rich


Las casadas estén sujetas a sus propios maridos (…) porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia.


Efesios 5:22–23



“Sexismo” es una palabra nueva que ha sido incluida en el lenguaje corriente con sorprendente facilidad. Se destina a referirse al sistemático prejuicio cultural, político y psicológico contra las mujeres. Indica una diferenciación biológica (de inferioridad), así como el racismo denota una diferenciación racial (de inferioridad). Fue creado para poder referirnos a la general convicción cultural, política y psicológica de que las mujeres son inferiores a los hombres y que las cualidades propias de mujeres o femeninas (como definidas por una cultura supremacista masculina) son inferiores a las del hombre o masculinas. Como en nuestra cultura se asocia a los hombres homosexuales con lo femenino o feminidad, esto es, al ser penetrados se les asocia el estigma femenino, la palabra “sexismo” desde el principio indica prejuicio contra hombres homosexuales. De hecho, la palabra es usada tan promiscuamente que su significado se ha convertido en algo incierto: con mayor frecuencia indica prejuicio en base a género o orientación sexual, sin ninguna referencia inherente a la supremacía masculina o la inferioridad femenina. Como resultado, “odio a todos los hombres”, o “odio a los homosexuales”, o “mujeres? Supongo que tendrán que usar el poder de su coño” son todas expresiones de cierto modo sexistas.


Esto confunde mucho las cosas, y podemos empezar a entender por qué la palabra "sexismo" se añade sin problema a la lista de prohibiciones de la izquierda. Correctamente manipulada, la palabra carece de sentido porque ya no hace referencia alguna a la realidad del poder. Cualquiera puede estar en contra, y no muchos están a favor. Se puede estar en contra sin cambiar la propia identidad o comportamiento como opresor, que es, por supuesto, a lo que nos referimos cuando hablamos despectivamente de los liberales. Así como los liberales están en contra del racismo pero se niegan a ceder el poder que deriva de su propia supremacía blanca, los izquierdistas están en contra del sexismo pero se niegan a ceder el poder que deriva de su propia supremacía masculina. ¿Cómo separamos entonces a las feministas de los “chicos”?


Los hombres son poderosos y las mujeres impotentes porque vivimos en un patriarcado. Pater significa dueño o amo. La unidad social básica del patriarcado es la familia. La palabra "familia" proviene del idioma osco "famel", que significa sirviente, esclavo o posesión. Pater familias significa "dueño de esclavos". Los padres comunes y los sacerdotes comunes derivan su autoridad como paters. 


"Patriarcado" es el nombre del sistema político y cultural que oprime a las mujeres. Estar a favor de la liberación de las mujeres es estar en contra del patriarcado; cualquier compromiso menor es serio. En un patriarcado, toda la autoridad civil y religiosa (poder) pertenece por derecho de nacimiento a los hombres. El patriarcado es un sistema de propiedad donde las mujeres y los niños son poseídos. El patriarcado es el modelo autoritario original, el modelo totalitario molecular, y toda forma tiránica se deriva de él. Estar en contra de la tiranía y a favor de la libertad es oponerse, resistir y negarse a ser cómplice de las instituciones patriarcales. La destrucción del escenario político amo-esclavo, como sea que lo describamos (capitalista-trabajador, blanco-negro, rico-pobre, etc.), requiere la destrucción de la fuente de ese escenario: el patriarcado. La destrucción de las tres psicologías y comportamientos que llamamos dominantes (amo masculino) y sumisos (esclavo, mujer), o agresor-víctima, exige la destrucción de la fuente de esas mentalidades y comportamientos: el patriarcado. Acabar para siempre con la guerra de los poderosos contra los débiles y acabar con las guerras menores de hombres malos contra hombres peores significa desmantelar la maquinaria del patriarcado.


Los liberales, que Dios los bendiga, están en contra del sexismo y a favor de alguna medida de reforma positiva. Quieren que los hombres malos dejen de luchar contra hombres peores aquí y allá; quieren que los trabajadores, principalmente hombres, controlen los medios de producción. Los revolucionarios están decididos a destruir ese sistema de opresión, fuente de un millón de tiranías, llamado patriarcado.



3.- PATRIARCADO Y VIOLENCIA


Soy el centro de una atrocidad.


Sylvia Plath


Nos estamos destruyendo a nosotros mismos mediante la violencia disfrazada de amor.


R.D. Laing


Hablamos de la Sociedad de Naciones y de las perspectivas de paz y desarme. En este tema, él era más bien marcial que militarista. La dificultad, a la que no encontraba respuesta, era que si se lograba una paz permanente y los ejércitos y las armadas dejaban de existir, no habría salida para las cualidades masculinas que desarrollaba la lucha, y el físico y el carácter humanos se deteriorarían.


De la biografía de Anthony (Vizconde Knebworth) del Conde de Lytton

La violencia está entretejida en el tejido social porque es la esencia de la sexualidad tal como la conocemos. Dominación y sumisión, él y ella. Agresión, conquista y brutalidad son las características definitorias masculinas. La guerra, según las feministas, es una función de la identidad masculina (fálica). El vocabulario de la guerra -agresión, conquista, dominio- es el vocabulario de la virilidad masculina "sana". Hablamos de la violación de un país y no es casualidad que cuando los soldados violan un país, también violen a sus mujeres. El genocidio de Vietnam se caracterizó por intentos masivos y repetidos de deshojar la tierra, a la propia Madre Naturaleza. El mensaje de Nixon sobre el bombardeo navideño utilizó un lenguaje altamente sexual y sexista. Sabemos que estas conexiones existen, y cualquiera que se preocupe por la violencia y su eliminación como esencia de las relaciones humanas debe abordarlas. 


A las feministas les resulta increíble que la noción de violencia como función de la identidad sexual masculina no sea una de preocupación apremiante y candente para quienes están en contra, dicen, de la violencia. ¿Cómo, nos preguntamos, si se puede estar en contra de la violencia sin estar en contra de la violencia cotidiana que define la relación entre hombres y mujeres? ¿Cómo se puede estar en contra de la guerra allí y celebrarla aquí, en nuestros cuerpos? Una verdadera oposición a la violencia requeriría una atención específica a los delitos de violencia contra las mujeres. El maltrato a las esposas y la agresión física general de hombres contra mujeres son endémicos en Estados Unidos y en otros lugares. El maltrato a las esposas, en particular, es un delito invisible, sancionado por leyes que otorgan al marido autoridad sobre la esposa. La violación violenta abunda en las calles de la ciudad, es una epidemia; y también es común en las llamadas relaciones privadas y personales entre hombres y mujeres. Las mujeres son violadas, obligadas a prostituirse, agredidas, y los actos de violencia contra ellas son comunes en todas partes y a todos los niveles, tan comunes que no merecen ser notados, tan comunes que se les llama "normales" y se idealizan como amor.


¿Cómo es posible, nos preguntamos, actuar contra la guerra sin actuar contra la violencia? ¿Y cómo es posible actuar contra la violencia sin actuar contra la violencia machista contra las mujeres? Las feministas no creen que sea posible y, sin embargo, cuando buscamos en nuestras filas a quienes en la izquierda se oponen a la violencia, dicen, no los encontramos.



4.- LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN Y EL CAPITAL ORIGINAL


Sabemos que dos males claramente precedieron al capitalismo corporativo y fueron posteriores a las revoluciones socialistas: el sexismo y el racismo. Por lo tanto, sabemos que una revolución socialista dominada por los hombres, en términos económicos e incluso culturales, si ocurriera mañana, no sería una revolución, sino solo otro golpe de estado entre los hombres.


Robin Morgan


Les aseguro que no soy enemigo de las mujeres. Estoy muy a favor de su empleo como obreras o en otra capacidad servil.


Un industrial a Emily Davis, quien solicitó ayuda para financiar una escuela para mujeres.


En un mundo, los hijos de hombres con educación trabajan como funcionarios, jueces, soldados y reciben un salario por ese trabajo; en el otro, las hijas de hombres con educación trabajan como esposas, madres e hijas, pero ¿acaso no reciben un salario por ese trabajo? ¿Acaso el trabajo de una madre, de una esposa o de una hija no vale nada para la nación en términos monetarios?


Virginia Woolf


Las mujeres dicen: ¡Qué vergüenza! Dicen que están domesticados, alimentadas a la fuerza, como gansos en el corral del granjero que los engorda. Dicen que se pavonean, que no tienen otra preocupación que disfrutar de los bienes que les ofrecen sus amos, solícitos por su bienestar mientras ellos puedan beneficiarse. Dicen que no hay espectáculo más angustioso que el de los esclavos que se complacen en su servidumbre. Dicen que están lejos de poseer el orgullo de esas aves salvajes que se niegan a empollar sus huevos cuando han sido encarceladas. Dicen: tomen el ejemplo de las aves salvajes que, aunque se apareen con los machos para aliviar su aburrimiento, se niegan a reproducirse mientras no estén en libertad.


Monique Wittig, Las Guerrilleras


En la izquierda, a los jóvenes brillantes les gusta decir que las mujeres se liberarán cuando los trabajadores controlen los medios de producción. Nos resulta muy difícil explicar, aunque parece perfectamente obvio, que el sexismo no sea una función del capitalismo. El capitalismo corporativo o monopolista es la manifestación actual, sofisticada y prácticamente incontrolable, de la propiedad patriarcal. Los hombres poseían a las mujeres, las mujeres eran capital; los hombres poseían a las mujeres y a los hijos que ellas producían; los hombres poseían a las mujeres como esposas, concubinas, esclavas, y todo lo que las mujeres producían, lo poseían los hombres. Había un hombre que poseía a varias mujeres y sus hijos, y todo lo que todas producían. Había un hombre que poseía familias que trabajaban sus tierras, y en esas familias, las mujeres eran propiedad primero del hombre que poseía las familias, luego del hombre que dirigía su familia. Él era el amo, y amo se convirtió en su título, y luego en una forma común de tratamiento. Las mujeres eran capital; más tarde otras mercancías, luego el dinero, fueron sustituidas por mujeres ocasionalmente, y luego con mayor frecuencia. Hoy en día, en Estados Unidos, impera el capitalismo corporativo y en Rusia, el capitalismo de Estado. Cuando observamos el fracaso de la revolución socialista en Rusia, vemos claramente la incapacidad de los patriarcas para renunciar a la propiedad de las mujeres. Cuando esa forma totalitaria básica de propiedad sobrevive, dondequiera que sobreviva, toda la abigarrada gama de comportamientos totalitarios sobrevive con ella.


Cuando observamos a la izquierda estadounidense, aquí y ahora, lo que vemos nos aterroriza: principalmente, existe capitalismo: la propiedad privada de las mujeres con una reforma simbólica en la división del trabajo; donde hay socialismo, existe la propiedad colectiva masculina de las mujeres, generalmente sin siquiera una reforma simbólica en la división del trabajo. 


Estoy convencida, al reflexionar sobre por qué los izquierdistas están tan completamente aferrados a la idea de que la libertad para todos se da cuando los trabajadores controlan los medios de producción, de que la izquierda tiene un apego casi patológico a la noción mítica del Trabajador como figura de virilidad. Ahí está, piensan los intelectuales: conduciendo camiones, colocando ladrillos, construyendo carreteras, manejando maquinaria pesada; un hombre de verdad, el Trabajador. Ciertamente, es innegable que es el héroe de la izquierda, y si algo hemos aprendido es a mantenernos alejados de los héroes de la izquierda.


¿Cómo se llega a tal conclusión? Empiezo con la proposición de que los medios de producción deben estar en manos del pueblo; que la libertad, la dignidad y el trabajo no alienado son derechos de todas las personas. Me dirijo a quienes articulan estas proposiciones. Pero de hecho, o en efecto, dicen: los medios de producción deben estar en manos de los hombres; el trabajo debe permanecer en manos de los hombres; el dinero debe permanecer en manos de los hombres; la libertad, la dignidad y el trabajo no alienado son derechos de los hombres. Dicen: los hombres tienen estos derechos y si sobra algo —trabajo, dinero, o algún exceso de libertad o dignidad— lo repartiremos entre las mujeres. Huelga decir que no queda nada, nunca. 


Debemos considerar aquí a las mujeres que trabajan, a las que no trabajan y al "trabajo de mujeres". Las mujeres que trabajan están mal contratadas, mal pagadas, son despedidas, excluidas de los sindicatos, no reciben ascensos, aumentos ni formación, y son discriminadas en todos los sentidos. Que los hombres trabajadores presenten estas quejas y la izquierda se involucra, se preocupa, sí, se indigna: se unen a piquetes, se escriben libros. El silencio de la izquierda ante la miserable situación de las mujeres trabajadoras no es casual. Al contrario, es una manifestación de la alianza masculina para proteger el poder y los privilegios masculinos: por muy pobres que sean los hombres, las mujeres deben ser más pobres y, por lo tanto, dependientes del favor masculino, en un estado de servidumbre económica y, por lo tanto, sexual.


Muchas mujeres no trabajan en absoluto en el mercado laboral, especialmente las mujeres pobres, presas del sistema de bienestar social, los hijos y la falta de habilidades profesionales. Aquí se desvanece la preocupación clásica de la izquierda por los pobres y los desempleados: no se piensa en las mujeres como pobres o desempleadas por sí mismas; no, se las considera las esposas de los pobres y desempleados, o simplemente no se piensa en ellas.


Lo más asombroso es cómo los economistas de izquierda ignoran por completo, como si no existiera, el llamado "trabajo femenino". La mayoría de las mujeres realizan tareas domésticas sin remuneración. La mayoría de las mujeres crían hijos sin remuneración. Las mujeres realizan trabajo esclavo, trabajo ingrato, repetitivo, involuntario, no cualificado, sin valor y de baja categoría, que ni el hombre más pobre haría. ¿Dónde están los escritos de izquierda sobre cómo las mujeres son la fuerza laboral más brutalmente explotada del planeta? No apoyamos el capitalismo (la identidad de las mujeres no está invertida en él), pero nosotras también debemos sobrevivir bajo él. Para sobrevivir, debemos cobrar por el trabajo que realizamos.


Eso, por supuesto, no es suficiente. El trabajo doméstico y la crianza de los hijos no son trabajo de mujeres; rechazamos ese preciado derecho de nacimiento, junto con las tonterías masculinas que lo sentimentalizan. Fregar pisos y lavar la mierda de los bebés y los pañales no son tareas destinadas o identificadas con el género, a menos que solo las mujeres tengan manos.


Por último, la izquierda, sus economistas, historiadores y filósofos, aparentemente aún no se han dado cuenta de que somos los medios de producción. Somos, en nuestros cuerpos, la trabajadora y los medios de producción. Nunca ha habido un trabajo tan alienado. Para nosotras, el control sobre nuestros cuerpos es el control sobre nuestras vidas. Nos vemos privados de ese control por un sistema de leyes, costumbres y hábitos que nos explota de forma tan brutal y absoluta que la verdadera explotación del Trabajador palidece en comparación. ¿Por qué, debemos preguntarnos, es su situación crucial para ti y la nuestra invisible? No podría ser porque el Trabajador sea más pobre o más explotado que, por ejemplo, su esposa, que trabaje o no trabaje por un sueldo, en ambos casos realiza labores domésticas y cría a los hijos sin recibir dinero, siendo ella misma el medio de producción. Debe ser que él es un hombre de verdad, ese héroe de la clase trabajadora. Ella, como siempre, es solo una mujer de verdad. Claramente, los autoproclamados marxistas y comunistas de todas las ideologías siguen siendo capitalistas, jefes y explotadores descarados hasta que desarrollen una conciencia y un compromiso feministas serios.


5.- FEMINISMO Y FOLLAR


"El único amor verdadero que he sentido

fue por los niños y otras mujeres.

Todo lo demás era lujuria, lástima,

odio a mí misma, lástima, lujuria."

Esta es la confesión de una mujer.

Ahora, miren de nuevo el rostro

de la Venus de Botticelli, Kali,

la Judit de Chartres

con su supuesta sonrisa.


Adrienne Rich


Cada acto de tomar consciencia

(dice aquí en este libro)

es un acto antinatural.


Adrienne Rich


... Soy lesbiana, ¿verdad? Y no

tengo que amarlas, no tengo que acostarme con

ellas, y desde luego no tengo que

depender de ellas, y eso es libertad...


Shirley, de Phyllis Chesler,

Mujeres y locura


El mundo era tan reciente que muchas

cosas carecían de nombre, y para

indicarlas era necesario señalar.


Gabriel García Márquez,

Cien años de soledad  



La opresión de las mujeres, en cuerpo y alma, ocurre a diario. Es la esencia de la existencia cotidiana, incesante, implacable, arraigada en la ley, la costumbre y el hábito. Las mujeres sobreviven sometiéndose, aprendiendo la mentalidad de esclava y glorificándose de ella. Las mujeres progresan en esta sociedad siendo buenas mujeres (es decir, coños, tías buenas, etc.), al igual que los negros progresan siendo buenos negros.


Cuando se deja de jugar al juego de la esclava, el mundo se desmorona. No queda nada. Nada de lo aprendido funciona ya. ¿Cómo se camina, se habla, se viste, se juega, se piensa y se ama de forma diferente? Cada minuto, ¿cómo y qué se hace? El mundo se convierte en un lugar muy peligroso. Cuando se deja de jugar al juego de la esclava, hay que empezar a inventar cada minuto de la propia vida. No existen formas que demuestren cómo, ni comunidades liberadas donde personas ejemplares lleven vidas ejemplares. Una vive al borde de un mundo personal derrumbado, en oposición directa a todo el mundo de la realidad y el poder, y ¿qué puede hacer entonces excepto inventar?


La cuestión es que no podemos permitirnos el lujo de abstraer nuestras protestas o resistencias; debemos vivir en nuestros cuerpos, y nuestros cuerpos deben vivir en el patriarcado, sujetos a continua violación, acoso y desprecio. No hay áreas neutrales, áreas en las que el "sexismo" no importe. En particular, el sexo, el hogar y el "romance" no son áreas neutrales. Nada es más político para una feminista que follar; nada es menos un acto de amor y más un acto de posesión y violación; nada es menos un instrumento de éxtasis y más un instrumento de opresión que el pene; nada es menos una expresión de amor y más una expresión de dominio y control que la relación heterosexual convencional. Aquí la mentalidad bélica visita nuestros cuerpos y se afirman los valores fálicos de agresión, dominio y conquista.


Para transformar el mundo, debemos transformar la esencia misma de nuestra sensibilidad erótica, y debemos hacerlo de forma tan consciente y concienzuda como cualquier acto que afecte a toda nuestra vida. Existen dos modelos eróticos feministas emergentes: el lesbianismo y la androginia. El lesbianismo es una celebración de la feminidad, el acto erótico central en una cultura femenina emergente. La androginia se relaciona con la eliminación de las distinciones de género y los roles sexuales, y en última instancia, del género mismo. Ambos modelos deben convencer a quienes comprenden que los sistemas de opresión son cánceres que crecen y se originan en el modelo sexual retorcido, que es la noción patriarcal de normalidad, llamada dominación y sumisión. Decimos que la opresión comienza donde comienza la vida, en el acto de follar, y la revolución debe comenzar en el mismo lugar, o no ha comenzado en absoluto.


6. CONCLUSIÓN


Solo hay una opción. Llámala libertad.


Marge Piercy


Grace Paley me contaba sobre su viaje a Rusia y dijo: el antisemitismo es la patología de Rusia y de toda Europa Occidental, así como el anti-negro es la patología de Estados Unidos y el anti-mujer es la patología del mundo.


La patología de ser anti-mujer, o de odiar a las mujeres, es la trama del mundo. Si la curamos, el mundo tal como lo conocemos —su opresión cruel y sistematizada, el sufrimiento de sus miserables multitudes— debe derrumbarse. Si la curamos, transformaremos la vida y crearemos comunidad humana. Si seguimos alimentando esa misma patología, llamándola amor y normalidad, nuestra historia será en el futuro lo que ha sido en el pasado: Dachau, Hiroshima, Vietnam; violación, tortura sexual, mujeres encadenadas.

1 comentario:

roser dijo...

Muy oportuna la Conclusion sobre los odios